Te quedas embarazada y parece que todo el mundo tiene algo que opinar: que si esto, que si lo otro… No obstante, una vez que eres madre, te das cuenta de que nadie te contó lo más importante antes de tener hijos.

Vamos a desvelar 10 cosas esenciales que probablemente se quedaron en el tintero y que cualquier mujer deberí­a saber durante el embarazo.

1. Mitos y leyendas que se cuentan durante el embarazo y que es mejor ignorar

Aunque esta lista es de cosas que no te cuentan durante el embarazo, empezaremos por lo que probablemente te dicen demasiado a menudo: come por dos; si tienes ardor de estómago es que tendrá mucho pelo; llorar ensancha los pulmones; no lo cojas en brazos…

Come bien, como deberí­as hacerlo siempre. El único momento en el que necesitarás un mayor aporte calórico es durante la lactancia materna.

Si tienes ardores, toma algo para remediarlos. Almax, Rennie, Ranitidina, Omeprazol… consulta a tu ginecólogo, pero no sufras en silencio.

Llorar no ensancha los pulmones, pero sí­ aumenta el cortisol, la hormona del estrés. Dejar llorar a un bebé nunca es buena idea.

Y sobre la recomendación de no cogerles en brazos… sobran las palabras. Después de 9 meses dentro de ti, el mejor sitio donde probablemente estará tu bebé es contigo, encima de ti. Así­ que brazos, porteo y barra libre de mimos, ¡por favor!

Seguro que la lista es infinitamente más larga, así­ que antes de hacer caso a a la sabidurí­a popular, investiga, infórmate y contrasta. Lo más probable es que te estén diciendo cosas sin ningún fundamento.

2. El parto no es el fin, sino el inicio de todo

Nos pasamos 9 meses haciéndonos revisiones, ecografí­as y analí­ticas de sangre para controlar que todo vaya bien. Pero, en la mente de la mayorí­a de mujeres, el verdadero agujero negro del embarazo es el parto: ¿qué sentirás? ¿dolerá mucho? ¿podrás aguantar y tener un parto respetado? ¿saldrá todo bien?

Tenemos una gran carga sobre nuestros hombros, una mezcla de expectativas e incertidumbre que hacer que no veamos más allá del dí­a «D». No obstante, el parto es solamente (¡tanto como!) un punto de inflexión. Cuando nace tu bebé es cuando realmente empieza todo, porque naces también tú como madre.

¿Alguien se ha planteado que seguramente necesitamos más clases postparto antes del parto?

3. El puerperio es duro, fí­sica y emocionalmente

El puerperio es reí­r y llorar sin venir a cuento. Es sentirse con molestias, entuertos, tiranteces, pechos inflamados y un humor cambiante según la hora del dí­a. Mientras luce el sol solemos estar energéticas, pero cuando cae la noche, caen también los ánimos y es fácil soltar más de una lágrima porque te sientes sobrepasada por todo, y sola.

Lo mejor que puedes hacer es permitirte sentir y desahogarte, siendo consciente de que es muy natural pensar que estás en una montaña rusa.

Hay postpartos especialmente duros, sobre todo cuando se acumulan circunstancias y problemas no previstos: cicatrices de cesárea que no cicatrizan bien; pérdidas excesivas de sangre, «cólicos» que en realidad son una alergia a las proteí­nas de leche de vaca (APLV) o que responden a alguna dolencia real del bebé; o quizás problemas de carácter laboral o familiar… durante el puerperio, dudas. Dudas de TODO. De ti, de tu capacidad para amamantar, de que tu hijo sea «normal», de que no estés enloqueciendo.

4. No siempre sientes amor a primera vista por tu bebé

Esa imagen de pelí­cula en la que la madre ve a su bebé y ya no tiene ojos para nada ni nadie más en el mundo… no siempre se cumple. De hecho, es muy habitual que necesitemos horas, dí­as, semanas o meses para llegar a sentir ese enamoramiento del que seguro que habrás oí­do hablar.

Si lo piensas frí­a y racionalmente, tu bebé es un completo desconocido. Ha estado habitando dentro de ti mientras se formaba, pero su cara es nueva para ti, y su carácter está por descubrir. Si a esto le añades el punto 3 (puerperio con hormonas locas), es bastante habitual que no sientas ningún flechazo. Si eso es lo que te ocurre, no te sientas mal por ello. No te fustigues. Deja que tus sentimientos fluyan y date tiempo.

5. La lactancia es natural, pero muchas veces no es fácil

Que sea natural no significa que esté chupado. De hecho, la cantidad de mujeres que tienen algún tipo de dificultad para establecer o mantener la lactancia materna exclusiva es impresionante. La falta de información y un sistema sanitario que no ofrece apoyo suficiente no ayudan, porque para que la lactancia funcione hace falta algo más que estar convencida o querer intentarlo.

Se necesita ayuda real para superar baches y problemas, y en ese aspecto las asesoras de lactancia realizan una labor espectacular. Así­ que no lo dudes: si algo no funciona, ¡pide ayuda!

Y no olvidemos los mitos y leyendas asociados a la lactancia que se dicen sin ningún tipo de razón. Te desmiento algunos: tu pezón no debe hacer callo, la cesárea no es motivo para que tarde más en subir la leche, puedes teñirte el pelo y tatuarte mientras amamantas, la leche sigue alimentando a los dos años como el primer dí­a, y un largo etc. La desinformación no ayuda a salvar lactancias, al contrario.

6. Te faltarán manos para llegar a todo

Mientras estás embarazada, todo el mundo se ocupa de darte de comer (como si pasases hambre), de ponerte cómoda, de procurar que descanses… no obstante, cuando nace el bebé, todo el mundo te ofrece sus brazos para… sostener al bebé.

Te faltarán brazos, sí­; pero no para coger al bebé, sino para ducharte, hacer la compra, cocinar, mantener el orden en casa… así­ que, si no lo hace ya (porque lo hace, ¿cierto?), pí­dele a tu pareja que asuma el mando del barco mientras tú te retiras a tus aposentos una temporada. O a tus padres, tus herman@s, tus amig@s… en lugar de regalos para el bebé, pide que te regalen su tiempo y su ayuda.

7. Te sentirás sola, pero hay luz al final del túnel

Los tres primeros meses de vida del bebé suelen ser especialmente duros, sobre todo si hay cólicos. Pero también hay bebés que son muy demandantes, o muy llorones, inquietos y nerviosos. Es fácil que la situación te ponga al lí­mite y que la falta de sueño te pase factura.

No obstante, en este caso la sabidurí­a popular sí­ tiene razón: todo pasa. Quizás ahora te parezca que nunca saldrás del túnel en el que estás metida, pero los bebés crecen (¡mucho más rápido de lo que parece!) y ese ser indefenso que ahora mismo depende de ti 24 horas al dí­a pronto gateará, caminará, hablará… ¡y mucho más!

La infancia es un continuo desfile de etapas, algunas con más sombras que luces, pero todas igualmente intensas. Y hay que vivirlas y disfrutarlas en la medida en que se pueda. Una vez más, eso no significa que no debas pedir ayuda y «aguantar el chaparrón» sola: rodéate de tu tribu.

8. El alta tras la cuarentena no marca el retorno de la libido

Cuando han pasado 40 dí­as, vas al médico para que te «den el alta»: un visto en tu expediente te permite formalmente volver a mantener relaciones sexuales (con penetración, se entiende; una visión que también es muy limitada, ¿no crees?).

La realidad es que la inmensa mayorí­a de mujeres, una vez hemos parido, estamos en otra galaxia. La naturaleza consigue que centremos toda nuestra atención y dediquemos toda nuestra energí­a a nuestro cachorro. El flechazo del que hablaba en el punto 4 muchas veces hace que el sexo sea lo último en lo que pienses. Falta de sueño, cansancio total, cóctel de hormonas, lactancia…

Este es un tema sobre el que aún no se habla lo suficiente, pero es bueno poner sobre la mesa en la relación de pareja: hablar, abiertamente, sobre cómo te sientes y buscar la forma en la que os podáis sentir cómod@s con la nueva situación. Hay que darse tiempo, espacio y ser creativo, pero te aseguro que también podrás disfrutar de tu sexualidad a tope en esta nueva etapa de tu vida que se abre.

Aunque, como en todo, hay excepciones: si eres de las que arde con facilidad tras haber dado a luz, ¡disfrútalo!

9. Puedes tener secuelas fí­sicas tras el parto (y son mal de muchas)

Hay secuelas y secuelas: algunas (muchas) son transitorias, y otras llegan para quedarse. Estrí­as, ciática, caí­da del cabello… hemorroides, dolor perineal, fisuras. No todo es «normal»: si tienes dolor, si hay pérdidas de orina… no lo dudes y consulta a una fisio especializada en suelo pélvico.

Cuando, además, el parto es medicalizado y se utiliza instrumental, puede provocar molestias posteriores de gravedad. Motivo de más para que alguien te eche un vistazo y puedas comentar abiertamente cómo estás. Esto es algo de lo que, tristemente, aún no hablamos (ni siquiera entre mujeres) y, lo que es peor, todaví­a no se contempla de manera rutinaria a través de la Seguridad Social; pero serí­a muy necesario.

10. Nada de lo que te puedan contar te preparará para lo que has de vivir

Así­ que olvida los 9 puntos anteriores 🙂 ¡Es broma! La verdad es que la maternidad es una experiencia dura, pero también muy potente e intensa. Lo único seguro es que no hay dos iguales: cada binomio mujer-bebé es diferente.

Es un camino de autoconocimiento que te hará dudar de todo lo que creí­as sobre ti misma, que te obligará a improvisar y repensar muchas de tus ideas. Por eso suele decirse aquello de que te comerás todo lo que dijiste sobre tener hijos con patatas.

Sea como sea, esta etapa no vuelve, así­ que no te olvides de crear recuerdos en forma de imágenes. Si necesitas a alguien que dispare el obturador, yo soy tu mujer.

¿Y a ti, hay algo que NO te dijeron y te habrí­a gustado saber de antemano? ¿Qué añadirí­as a la lista?

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