¡Ah, junio! Junio es un mes calentito y movido. Mi junio, concretamente, está siendo bastante movido (teniendo en cuenta que, por lo general, apenas salgo de mi ciudad). Empezó con la pérdida de mis dos cámaras y dos objetivos en un tren. (No, no las he recuperado. He comprado una cámara nueva y tengo otra más ancianita pero funcional, prestada -y nunca se lo podré agradecer lo suficiente- por mi buena amiga Esther Cossí­o).

Ese momento en que te das cuenta de que tu brazo derecho no está. Tu pulmón. Tu pierna. Tu cerebro. Ese momento en que querí­a dar golpes de cabeza contra la pared de la estación, en que habrí­a tomado un látigo y me habrí­a arrancado la piel. Sí­, es solo material, y se puede reinvertir. Peeeeero en esa mochila iba una sesión realizada, con fotos sin descargar de las tarjetas.Recuerdos volatilizados.

Siguió junio, y por eso decí­a que fue movidito, con la pérdida de mis llaves de casa y del estudio en Madrid. (¿Que qué hací­a yo en Madrid? Eso dará para otro post). Por suerte, la buena de Cristina Dí­az me las envió por mensajero al dí­a siguiente (¡te debo una!). Y continuó con una tarjeta borrada (más recuerdos volatilizados). En esta ocasión recuperé parte del material, justo antes de tirar la dichosa tarjeta a la basura.

Entretanto, un viaje relámpago a tierras tarraconenses, y en breve me voy a Castelldefels, en misión secreta. No voy a decir nada, no vaya a ser que mi karma negativo me persiga. Será la tercera vez en un mes que deje a mi pobre Nui sola (que sí­, que no me quejo, que no puede estar mejor cuidada).

Pero junio es más que movidito: es el inicio del fin. Porque el viernes fue el último dí­a de cole, y eso supone tener a cuatro enanos rondando, saltando, gritando, corriendo, jugando, enfadándose por la casa hasta mediados de septiembre. ¿Alguien me puede explicar por favor cómo se organiza? Que sí­, que existen los -benditos- casales de verano. Pero en agosto este paí­s se paraliza por completo -aún más-. Y este año parece que ni los parques infantiles de Barcelona estarán abiertos. Por qué me interesan los parques infantiles de Barcelona en agosto, preguntarán algunos. Porque no me voy a ninguna parte; estaré aquí­, aguardando nuevos bebés que nacerán bajo el calor.

Así­ que ya sabéis… no estoy cerrada por vacaciones. Aunque puede ser que os responda alguna llamada o e-mail desde la playa, eso no lo descarto.

Y ahora me perdonaréis, pero voy a echar a la hoguera todo lo negativo que vengo acumulando en las últimas semanas. Bona revetlla 🙂

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