Más o menos sobre esta hora, hará 12 meses, estábamos así­. Con el cordón todaví­a uniéndonos, después de un parto intenso y un expulsivo inesperado. En muy buena compañí­a. Con risas, y ardores de estómago entre contracciones. Con un café y un bocata de jamón y queso a mi lado.

Solo unos minutos antes, me habí­a incorporado de la silla en la que estaba y emití­ uno o dos gritos desgarradores (que nunca me imaginé, ni en sueños, que podrí­an salir de mí­) mientras pensaba que me partí­a en dos. Y salió ella, escurridiza, entre mis piernas. Y de lejos escuché la risa emocionada, nerviosa, de Leo.

Más o menos sobre esta hora, hará 12 meses, y con ella ya en brazos, le dije las primeras palabras a Nui: Perdona. Perdona. Perdona.

No soy de lágrima fácil, ni me emociono especialmente, no me gustan (nada) las cursiladas y las ñoñerí­as. Pero sí­ habí­a algo que llevaba tiempo pensando: qué le dirí­a a mi hija al verla. Me imaginé desde un simple «hola, pequeña» hasta un «por fin nos vemos», pasando por un «ya estás aquí­» o un «no ha sido tan largo» (leyéndolo ahora, me parece todo bastante aséptico). Pero dicen que la vida es eso que pasa mientras haces planes, así­ que sin meditarlo, ni pensarlo, ni quererlo, salió de mí­ un «perdona» a modo de mantra repetitivo. No podrí­a (y ahora no querrí­a) haber dicho otra cosa.

Perdona, Nui. Ja tens un any 🙂

Nui

Foto de Leo Mariño
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